viernes, 30 de diciembre de 2011

De perlas y cicatrices (1998)


Posiblemente De perlas y cicatrices funcione muy bien como la continuación de Loco afán, libro que ya me había encargado de reseñar anteriormente. Pero en ese sentido, el presente conjunto de crónicas vendrían a ser las hermanastras militantes de las antes reunidas, ya que su tópico central es la denuncia política, que resultó ser un verdadero balde de agua fría derramado en la cara de esa hipócrita democracia que se implantó en Chile desde 1990. Porque Lemebel es de esos autores que se niegan a callar el más mínimo detalle, muchas veces refrescando la memoria de un país como el nuestro, tan bueno para olvidar sus derrotas, encandilado por el falso y accidentado brillo de nuestro progreso económico.

Pero además, fuera de las críticas socio-políticas tan asiduas en el autor, hay que detenerse en el subtítulo de esta edición, ya que son auto-denominadas "crónicas radiales" por la ocupación pública que tuvieron antes de ser presentadas en formato libro. Primeramente, fueron parte del programa radial "Cancionero" de Radio Tierra, donde Lemebel hacía gala de su fuerte afición a la cultura popular, mezclando sus narraciones con la música, tanto en sus referencias como en el ritmo de su lectura, fusionando muy bien ambos registros en el notable imaginario de su prosa. Así fueron naciendo estos relatos divididos en ocho capítulos, todos bajo un concepto especial y encabezados por un fragmento de poema o tonada reconocida. Así dispuso las cartas el escritor, y así funcionan perfectamente.

Por lo demás, en De perlas y cicatrices volvemos a las obsesiones más frecuentes de Lemebel: la marginalidad, el resentimiento, el desprecio a la represión y a la exclusión del diferente, reflejada tanto en experiencias personales como en otros personajes que van configurando una microhistoria, una simbólica revisión a los sótanos más olvidados de nuestro país, donde se escribió la verdadera crónica de la dictadura, auspiciada por picanas y maquillajes baratos. Pero el autor no solo denuncia, sino también retrata, dando pinzeladas oscilantes que van articulando unos relatos que, a pesar de refugiarse irremediablemente en el pasado, nos van pareciendo tan actuales y cercanos, tan vividos y lamentables, que logran acalorarnos, contagiarnos de la misma pasión con que fueron escritos, volviéndonos cómplices de un escritor que comparte activamente con nosotros, acompañándonos en la dolorosa tarea de recordar sin perdonar.

Sin más preámbulos, les dejo el libro en el siguiente link, además de un excelente archivo con algunos artículos y documentos sobre su publicación, todos bastante interesantes, reunidos aquí. Enlace

lunes, 12 de diciembre de 2011

Cuando me muera quiero que me toquen cumbia (2003)


Dicen que la realidad supera los límites de la ficción, esos márgenes delgados que le imponemos a la cotidianidad para que no nos sorprenda con malas pasadas, con exabruptos que entorpezcan la tranquilidad de nuestros días. Pero esa idea burguesa de felicidad, tan políticamente correcta y acomodada a nuestras propias expectativas, choca de frente con la realidad que se ve en las poblaciones, favelas, ghettos y villas miserias alrededor de toda Latinoamérica, ese sinvivir que denuncia Cristian Alarcón en Cuando me muera quiero que me toquen cumbia, una crónica tan periodística como literaria que incursiona precipitadamente en la vida de los pibes chorros argentinos, instaurando un antes y un después de Víctor Manuel “El Frente” Vital.

Se nos narra desde un comienzo la crudeza de los acontecimientos. Se nos cuenta de inmediato que nos internaremos en zonas prohibidas, en barrios marginales donde todos son extranjeros, y ni siquiera los propios habitantes pueden vivir en paz. Se nos comienza a explicar el asunto desde la muerte del Frente Vital, y de esta manera se traza desde el principio una línea divisoria en la historia de la San Francisco, la 25 y La Esperanza, villas donde se venera la imagen del joven acribillado como si fuera capaz de convertir la sangre en vino y multiplicar las balas como el pan de los creyentes.

Porque si hay algo que sabemos con certeza, es que Víctor “El Frente” Vital fue asesinado por un policía bonaerense con cuatro tiros a quemarropa, dispuestos entre la cara y los hombros, muriendo casi en el acto. Después de eso, el joven fue canonizado en los pasillos de su villa y hasta hoy es un mito protector entre sus habitantes, siendo objeto de homenajes, mandas y oraciones, estableciendo a su vez una bisagra entre un pasado distinguido por intachables códigos criminales y una verdadera ética marginal, dando paso a un posterior caos donde prevalece la traición, la hostilidad y la ausencia de escrúpulos a la hora de sobrevivir entre asaltos, emboscadas, drogas de poca monta y frecuentes tiroteos.

El lenguaje que ocupa Alarcón para definir el difícil contexto de las villas argentinas es más bien periodístico, a menudo neutral con tendencias a abandonar su papel de cronista, aunque en los hechos su inmiscusión fue total. Al avanzar en las páginas se nos va desgranando el entorno completo al incursionar en todos los partícipes de la vida del Frente, retratando la posteridad de su muerte y el destino de todos sus cercanos, incluyendo parientes, novias, protectores, amigos y enemigos, dándonos un panorama acabado de lo que fue la villa antes y después de su defunción, realizando un exhaustivo recorrido por todos los rincones, sin dejar absolutamente nada sin revisar. Esto nos permite sacar nuestras propias conclusiones de la vida delictiva, incluso sabiendo lo más crudos detalles, llegando a sentir cierta empatía con los personajes, basada quizás en la impotencia, en la fatalidad o en la comodidad de vivir tan alejados de su vertiginosa existencia.

De esta forma, Alarcón nos plantea las coordenadas para comprender la marginalidad argentina, en un espacio que fluctúa entre la denuncia, el reportaje y los derechos que toda persona tiene a la imparcialidad, a la revisión de sus culpas vistas desde todos los ángulos posibles. Es lo que podríamos llamar el “beneficio de la duda”, en términos judiciales, pero ejercida desde el campo literario con una precisión muy apropiada para el caso, sin caer ni el sentimentalismo barato ni en los más repudiables prejuicios, desnudando la calle hasta sufrir en carne propia cada una de sus heridas.

El libro tiene un precio bastante asequible (casi 7.000 pesos chilenos, 13 o 14 dólares aprox), pero pueden descargarlo desde el siguiente link. O también, si les resulta más cómodo, leerlo directamente desde aquí.