
Lemebel en variadas ocasiones ha sido víctima de una infravaloración caprichosa e irresponsable, que cae vulgarmente en la discriminación. Se ha tratado de desprestigiar su obra por referirse a tópicos "sin importancia", por insistir en un estilo inmoral y pedante, por sacarle la máscara a los tabúes y por sus críticas mordaces a la política nacional, donde no suele dejar títere con cabeza. Se le ha juzgado, sin ir más lejos, simplemente por ser él mismo. Porque en su caso, la obra es el cruel espejo del autor, y el reflejo llevo consigo una fidelidad y una realidad que para muchos es inaceptable. Y eso, en el libro que pretendo presentar, llega a márgenes demasiado crudos; o quizá demasiado valientes.
Loco afán no es su primer libro de crónicas. En La esquina es mi corazón ya había hecho gala de su talento narrativo, reuniendo la mayoría de los textos con los que había colaborado en la prensa nacional. Pero en Loco afán Lemebel va aún más lejos: pasa del registro meramente urbano a los intereses personales, tiñendo sus textos muchas veces con nostalgia, con emociones y sentimientos encontrados que le dan un nuevo sentido a la narración, dejando un poco de lado el periodismo a secas para integrarnos un poco más en su mundo: un barrio enorme poblado por travestis, borrachos, delincuentes, militares, jóvenes desinhibidos y una terrible fauna marginal que, por razones obvias, ha sido excluida de todo registro formal. Pero su literatura atrevida entra en esos sectores donde otros no suelen encajar, ya sea porque se mean de miedo en los arrabales o simplemente por no saber apreciar la incalculable cantidad de historias que día a día transcurren en las poblaciones, a las cuales el autor da vida con una agudeza excepcional, con una empatía libre de falsificaciones y con un entrañable sentido de pertenencia que no se ve muy a menudo en el oficio. Porque el autor nos muestra en Loco Afán su relación de amor y odio con este mundo inaceptado, que él por ningún motivo sería capaz de callar.
Creo que no necesito extenderme más para recomendar la lectura de este libro. Como transitan en él la mayoría de sus obsesiones y aprehensiones, es una pieza valiosa para entrar de lleno en la obra de Pedro Lemebel, sobre todo para los que aún no se han aventurado a hacerlo. Es mejor punto de partida, a mi gusto, que su ya popularizado Tengo miedo torero, que incluso fue merecedor de una adaptación teatral. Recomiendo, además, la publicación de la Editorial LOM, por la cual tengo simpatía y afinidad. Es la misma que aparece en la foto de esta reseña, y guarda una estrecha relación con el estilo y la postura pública del autor. Si no desean comprarlo, les dejo también esta página, donde se puede leer online. Espero sea de su agrado:
Ver link.
Exelente reseña. Lo más cuatico de este libro es como Lemebel con su particular estilo, invierte los preceptos clásicos de belleza. Lo grotesco se torna hermoso, los parias llegan al trono, la moral instituida se descuaja. En fin ¡tienen que puro leerlo! y cacharan como toda esta amalgama funciona como gesto político.
ResponderEliminarCreo que, de lo poco que he leído sobre la obra de Lemebel -y particularmente respecto a "Loco afán"-, me parece pertinente la siguiente descripción realizada por Darío Piña y que felizmente comparto: "Lemebel experimenta otro estilo asumido desde lo cómico-trágico, cuyo interés aborda las temáticas de represión y exclusión social que se mantiene con la figura del homosexual. Su lucha, en tanto, se produce desde la resistencia; es decir, dada la realidad propia de combatir contra una “resistencia” que se asume en la dictadura, en las convenciones sociales y culturales, éste estilo de Lemebel se forma así mismo como reacio a ser absorbido por el pensamiento imperante. De ahí su crítica hacia la figura popularizada del gay como “loca”, realzando esa lucha de hombría a favor de su temple, lejos de ingresar a un estamento militarizado. En otros términos, la "loca" representa la hombría de la resistencia contraria al estamento (...)"
ResponderEliminarSaludos desde Madrid.
Antonio Casanova.