Rodrigo Lira fue uno de los personajes más controvertidos de la literatura chilena. Extravagante y sumamente autorreferente, fue el autor de una obra original, intensa y frenética, llena de trucos literarios y lingüisticos que lo definen a la vez como uno de los escritores más preparados en su oficio, asumiendo una tradición de ruptura que ya venía siendo encabezada por gigantes como Nicanor Parra y Juan Luis Martínez (importantes influencias para el poeta). Lamentablemente, dicha obra se vió estancada por la tragedia, cuando un 26 de diciembre de 1981 Lira decidió poner fin a sus días, dejando un montón de manuscritos sueltos que luego conformaron Proyecto de obras completas, un libro inacabado que, a pesar de su carácter no-oficial, Lira ya venía decidido a publicar desde hace tiempo, siendo Enrique Lihn quien, junto a otros de sus fervorosos lectores, decidió convertir todo aquel material disperso en libro impreso; y fue la mejor de las decisiones.
El estilo de Lira es casi indescriptible. Parece una continua parodia antisocial, donde absolutamente todo lo habido y por haber desfila de forma irrisoria por la pluma del poeta, transformando su antipoesía en un cúmulo de información ruidosa y disonante capaz de aturdir a cualquiera. Porque la obra de Rodrigo es además muy sonora, muy artificiosa y llena de trucos semánticos, retruécanos, juegos de palabras, aliteraciones y una larga lista de tretas literarias que conforman un sólo gran carnaval, a veces muy explosivo y en otras complemante desolado, triste y amargo. Pero así era él: un marginado, adulto a la fuerza, lleno de contradicciones y problemas existenciales que dejaron su testimonio público en cada uno de sus textos, que hasta hoy nadie a logrado comprender a cabalidad.
En cuanto a su importancia literaria, creo que nadie ha logrado liberar el verso y la palabra en Chile como lo hizo Lira. Nadie ha logrado llevar la poesía a los límites en que él la llevá, forzándola muchas veces hasta el extremo, hasta hacer trizas el discurso, hasta jugarnos malas pasadas a cada uno de sus lectores. Porque Lira era un bromista innato. A veces de un humor negrísimo e incomprendido, pero bromista al fin y al cabo. Podriamos decir incluso que hasta su última obra, aquél suicidio funesto y anticipado, fue una broma cruel, una extraña forma de ser consecuente hasta las últimas consecuencias.
En esta publicación de Editorial Universitaria, de clara intención rescatista, se adjunta un prólogo más al ya famoso inicio de Enrique Lihn, quien se encargó de sumergirse en los más profundos rincones de la obra y la personalidad de Lira, dejándonos importantes hallazgos para comprender mejor sus poemas. El autor del segundo prólogo es Roberto Merino, quien también conoció en vida al poeta y da un testimonio fundamental para su futuro entendimiento. No hay mucho más que decir, ya que todo puede ser usado en mi contra. Para (tratar de) entender a Lira, simplemente hay que leerlo. A los que aún no lo han hecho, les dejo la invitación.
Para leer la versión original en su formato electrónico, ver el siguiente link. Para mayor información sobre su contexto de recepción, aquí.
El estilo de Lira es casi indescriptible. Parece una continua parodia antisocial, donde absolutamente todo lo habido y por haber desfila de forma irrisoria por la pluma del poeta, transformando su antipoesía en un cúmulo de información ruidosa y disonante capaz de aturdir a cualquiera. Porque la obra de Rodrigo es además muy sonora, muy artificiosa y llena de trucos semánticos, retruécanos, juegos de palabras, aliteraciones y una larga lista de tretas literarias que conforman un sólo gran carnaval, a veces muy explosivo y en otras complemante desolado, triste y amargo. Pero así era él: un marginado, adulto a la fuerza, lleno de contradicciones y problemas existenciales que dejaron su testimonio público en cada uno de sus textos, que hasta hoy nadie a logrado comprender a cabalidad.
En cuanto a su importancia literaria, creo que nadie ha logrado liberar el verso y la palabra en Chile como lo hizo Lira. Nadie ha logrado llevar la poesía a los límites en que él la llevá, forzándola muchas veces hasta el extremo, hasta hacer trizas el discurso, hasta jugarnos malas pasadas a cada uno de sus lectores. Porque Lira era un bromista innato. A veces de un humor negrísimo e incomprendido, pero bromista al fin y al cabo. Podriamos decir incluso que hasta su última obra, aquél suicidio funesto y anticipado, fue una broma cruel, una extraña forma de ser consecuente hasta las últimas consecuencias.
En esta publicación de Editorial Universitaria, de clara intención rescatista, se adjunta un prólogo más al ya famoso inicio de Enrique Lihn, quien se encargó de sumergirse en los más profundos rincones de la obra y la personalidad de Lira, dejándonos importantes hallazgos para comprender mejor sus poemas. El autor del segundo prólogo es Roberto Merino, quien también conoció en vida al poeta y da un testimonio fundamental para su futuro entendimiento. No hay mucho más que decir, ya que todo puede ser usado en mi contra. Para (tratar de) entender a Lira, simplemente hay que leerlo. A los que aún no lo han hecho, les dejo la invitación.
Para leer la versión original en su formato electrónico, ver el siguiente link. Para mayor información sobre su contexto de recepción, aquí.