miércoles, 18 de mayo de 2011

Nocturno de Chile (2000)


Hablar de Bolaño aún es sacar chispas; es tentar a la polémica y a sus más cercanos detractores. Porque a pesar de su temprana muerte, hace ya casi 8 años, el autor chileno sigue vigente aquí y en muchas partes del globo, donde su obra pasó a ser lectura obligada en un espacio de tiempo asombroso, convirtiéndose, de la noche a la mañana, en un clásico contemporáneo y una suerte de "rockstar" latinoamericano. Hoy en día nadie es capaz de poner en duda su agudeza, su talento y su precisión. Muchos se disputan su figura universal, que aunque vagó y se instaló en diversos lugares del mundo (con mayor influencia en México y España), siempre volvió a su raíz guiado por su espíritu crítico y la impotencia que le provocó la distancia. Por eso quizá la realidad chilena solía desfilar en sus artículos, columnas y ensayos (léase Entre paréntesis, Ed. Anagrama, 2004) con una fuerza omnipresente, casi insidiosa y malintencionada, pero siempre lúcida, ocurrente y oportuna. Le preocupó el panorama artístico de nuestro país a tal punto que ejerció una importante presión sobre él, señalando constantemente los que valían o no valían la pena, y en decirlo nunca tuvo pelos en la lengua. De hecho, la aparición de Nocturno de Chile, a finales del año 2000, representó esa sacudida intelectual que ya se venía anticipando en sus más duros comentarios: un conflictivo retorno al país natal, la venganza político-literaria de un escritor ya maduro e implacable.

Nocturno de Chile es el reflejo oscuro de nuestro panorama literario y socio-cultural en dictadura. Si sus personajes son patéticos e hipócritas, es porque la sociedad chilena en ese tiempo también era patética e hipócrita. Pero, lo que más llama la atención, no es el ataque a ese periodo histórico tan vulnerable a la crítica, sino la forma en que el autor lo enfrenta y lo asedia sin caer ni porsiacaso en el panfleto politico. El acercamiento a la realidad no es solo parcial, sino que además se juega con la sinceridad a tal punto que los protagonistas son Alone y el cura Valente, dos pintorescos personajes de la derecha chilena, parodiados por un autor sarcástico hasta su extremo más doloroso e incómodo. Bajo las máscaras de Farewall (Alone) y el cura Ibacache (Valente), Bolaño esconde la degradación de todos los valores falseados por la dictadura, pudriéndose detrás de instituciones como el Opus Dei, la Junta Militar y las aristocráticas sociedades de escritores donde, irónicamente, el autor sitúa al personaje Pablo Neruda, satirizando aún más su imagen popular.

En cuanto a la forma de narrar, el autor hace gala de sus trucos más conocidos y eficaces, no solo apostando por la ironía, sino también por la dispersión, el humor negro, su minimalismo cosmopolita y un mosaico de historias que nos hacen perder el hilo y abandonarnos en terrenos inhóspitos, a los cuales muchas veces no sabemos como mierda llegamos. Eso es lo que hizo famoso a Bolaño en Los detectives salvajes (1998), quizá su novela más reconocida, y en Nocturno de Chile se reitera al servicio de una historia que se va perdiendo entre la realidad y la ficción, sin tomar partido por ninguna de las dos. Una genialidad más a la lista, sin lugar a dudas, como la fantástica idea de escribir la novela en un solo párrafo, sin detenciones, quebrando la linealidad al final con una sentencia rotunda y lapidaria, como haciéndonos parar un poco antes del abismo.

Podría alargarme un poco más, pero es necesario dejarlo hasta ahí para que puedan disfrutar ustedes mismos de esta increíble novela. Es necesario fijarse muy bien en los personajes, porque el tratamiento hacia ellos es fundamental, como lo disponen los grandes escritores. Por otro lado, la edición chilena del libro ya está agotada hace algún tiempo, y los únicos ejemplares sobrantes están a un precio que cae en lo absurdo, sobrepasando los 16.000 pesos chilenos (30 dólares aprox). Para los que no quieren gastar en semejante barbaridad, les dejo un link de descarga. Ojalá lo disfruten:

Ver link.

miércoles, 4 de mayo de 2011

La caída de América (1973)


Allen Ginsberg no necesita muchas presentaciones. Es un escritor que, además de causar rupturas y controversias naturales a su polémica condición, continuó un sendero dentro de la tradición poética norteamericana, que sigue el modelo de grandes autores como el mismísimo Walt Whitman, del cual siempre se declaró un gran admirador. Esto le facilitó (para bien o para mal) su adaptación a un canon con el cual chocó de frente en sus primeras publicaciones, pero que luego lo aceptó a regañadientes, rindiéndose a los pies de su estilo mordaz y provocador.

Ginsberg siempre abordó la realidad de su país con una mirada crítica y suspicaz, a veces algo paranoica, pero a menudo sensible a todo elemento que atentara contra las libertades del individuo. Con su abierta homosexualidad, su militancia en el Partido Comunista, su permanencia en hospitales psiquiátricos y su postura libertina en cuanto a drogas y costumbres, es imposible que no fuera así. Pero aparte de esto, que es notorio a lo largo y ancho de su obra, lo fundamental en Ginsberg es su increíble manera de mezclar todo lo que le rodea para absorberlo en su poesía, que funciona como una especie de caótica juguera donde la cultura popular y sus más ácidas expresiones se manifiestan de forma literaria, creando una marea verbal altamente peligrosa para las instituciones y personalidades más conservadoras de la época. Justamente esto representó La caída de América en su tiempo: un molesto cáncer hecho con talento y dedicación, una bomba de alcances sociales y culturales sumamente amenazadores para el hipócrica sistema norteamericano.

Este libro en particular está escrito bajo normas muy especiales. Gracias a la influencia de Jack Kerouac y Neal Cassady, el autor emprendió un viaje por la carretera que lo llevó a experimentar con la poesía y con variadas drogas psicotrópicas que alimentaron su ansiedad de escribir. De la apertura mental que esto conllevó, además de su mística y religiosa forma de abarcar la existencia, nacieron estos poemas densos y catastróficos. En un ambiente bélico al borde del caos, donde estaban en boga temas como la Revolución Cubana, la Guerra de Vietnam, la Guerra Fría y el desastre ambiental, Ginsberg inicia un viaje por lo más sombrío de los Estados Unidos, mezclando su geografía física con una intensa radiografía a sus problemas internos, su abusiva política exterior, la marginación, la denigración del diferente, la discriminación y el conservadurismo anticuado que su generación debió enfrentar apostando el pellejo. Todos estos temas y algunas obsesiones que escapan al análisis, desfilan en sus páginas como pequeñas detonaciones de una explosión mayor, ya que el libro está escrito con un lenguaje intenso y verborreico, amplio e incontenible, como un Neruda hippie de los 60' haciendo autostop puesto en LSD. Creo que esa imagen lo dice todo. Basta y sobra.

La caída de América, como ya se puede apreciar, es un viaje tanto interno como externo, es una conexión con las cavilaciones más profundas del autor, que va hilvanando sus ideas al compás del ritmo y los alucinógenos, de la carretera y sus alocados vaivanes, produciendo un afecto delirante que el lector no podrá abordar sin introducirse de lleno en el trastornado mundo de Ginsberg, una de las mentes más controvertidas del siglo XX.

La Editorial Visor, a pesar de caracterizarse por sus altos precios, nos entrega una versión más que aceptable de este clásico contemporáneo, totalmente recomendable para los que no discriman los libros por su valor. El precio es proporcional a la calidad del material, y les aseguro que vale la pena.

Para revisar una recopilación aleatoria de sus poemas, ver el siguiente link. Para leer la obra reseñada, se recomienda comprar el libro.