miércoles, 4 de mayo de 2011

La caída de América (1973)


Allen Ginsberg no necesita muchas presentaciones. Es un escritor que, además de causar rupturas y controversias naturales a su polémica condición, continuó un sendero dentro de la tradición poética norteamericana, que sigue el modelo de grandes autores como el mismísimo Walt Whitman, del cual siempre se declaró un gran admirador. Esto le facilitó (para bien o para mal) su adaptación a un canon con el cual chocó de frente en sus primeras publicaciones, pero que luego lo aceptó a regañadientes, rindiéndose a los pies de su estilo mordaz y provocador.

Ginsberg siempre abordó la realidad de su país con una mirada crítica y suspicaz, a veces algo paranoica, pero a menudo sensible a todo elemento que atentara contra las libertades del individuo. Con su abierta homosexualidad, su militancia en el Partido Comunista, su permanencia en hospitales psiquiátricos y su postura libertina en cuanto a drogas y costumbres, es imposible que no fuera así. Pero aparte de esto, que es notorio a lo largo y ancho de su obra, lo fundamental en Ginsberg es su increíble manera de mezclar todo lo que le rodea para absorberlo en su poesía, que funciona como una especie de caótica juguera donde la cultura popular y sus más ácidas expresiones se manifiestan de forma literaria, creando una marea verbal altamente peligrosa para las instituciones y personalidades más conservadoras de la época. Justamente esto representó La caída de América en su tiempo: un molesto cáncer hecho con talento y dedicación, una bomba de alcances sociales y culturales sumamente amenazadores para el hipócrica sistema norteamericano.

Este libro en particular está escrito bajo normas muy especiales. Gracias a la influencia de Jack Kerouac y Neal Cassady, el autor emprendió un viaje por la carretera que lo llevó a experimentar con la poesía y con variadas drogas psicotrópicas que alimentaron su ansiedad de escribir. De la apertura mental que esto conllevó, además de su mística y religiosa forma de abarcar la existencia, nacieron estos poemas densos y catastróficos. En un ambiente bélico al borde del caos, donde estaban en boga temas como la Revolución Cubana, la Guerra de Vietnam, la Guerra Fría y el desastre ambiental, Ginsberg inicia un viaje por lo más sombrío de los Estados Unidos, mezclando su geografía física con una intensa radiografía a sus problemas internos, su abusiva política exterior, la marginación, la denigración del diferente, la discriminación y el conservadurismo anticuado que su generación debió enfrentar apostando el pellejo. Todos estos temas y algunas obsesiones que escapan al análisis, desfilan en sus páginas como pequeñas detonaciones de una explosión mayor, ya que el libro está escrito con un lenguaje intenso y verborreico, amplio e incontenible, como un Neruda hippie de los 60' haciendo autostop puesto en LSD. Creo que esa imagen lo dice todo. Basta y sobra.

La caída de América, como ya se puede apreciar, es un viaje tanto interno como externo, es una conexión con las cavilaciones más profundas del autor, que va hilvanando sus ideas al compás del ritmo y los alucinógenos, de la carretera y sus alocados vaivanes, produciendo un afecto delirante que el lector no podrá abordar sin introducirse de lleno en el trastornado mundo de Ginsberg, una de las mentes más controvertidas del siglo XX.

La Editorial Visor, a pesar de caracterizarse por sus altos precios, nos entrega una versión más que aceptable de este clásico contemporáneo, totalmente recomendable para los que no discriman los libros por su valor. El precio es proporcional a la calidad del material, y les aseguro que vale la pena.

Para revisar una recopilación aleatoria de sus poemas, ver el siguiente link. Para leer la obra reseñada, se recomienda comprar el libro.

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